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Gabi, El Escudo del Atlético de Madrid

Por Álvaro Benito López – Brea – Periodista deportivo y colaborador en Mister Underdog

Comienzo a escribir esto, alzo la mirada y veo los campos de fútbol de la Ciudad Deportiva del Rayo. Placeres del ensanche de Vallecas. Al fondo, a unos kilometros, en el estadio donde juega sus partidos, tuvo lugar hace 8 años un hecho por el que quiero compezar hoy. En pleno vendaval del Barça de Guardiola, cuando parecía imparable, goleó al equipo madrileño (0-7) y en uno de los últimos tantos, Alves y Thiago se marcaron un bailecito. Carles Puyol llegó y les afeó la conducta. Normal. Es un líder, un jugador que da sentido a ese oficio, como Gabi Fernández.

Gabi fue un buen jugador pero su trascendencia va mucho más allá de lo que hiciera con el balón. Siempre bien colocado, en la sala de mando, un referente en el Atlético campeón de Liga en 2014. Sin embargo, lo mejor de Gabi era verle en el campo en otro tipo de tareas más mundanas: cómo ordenaba al equipo, cómo manejaba el partido, cómo medía sus esfuerzos, cómo ejercía de jefe. Por encima de todas, tenía una gran cualidad: sabía sus limitaciones. No era un tipo de toque excelso, no desbordaba, no era un box to box, pero con él el conjunto era otro, mejoraba, era más reconocible. Con él, el Atlético tenía dos referentes: Simeone, al borde del área técnica, y su extensión en el campo, Gabi.

Sin embargo, no siempre fue así. Fue un jugador de explosión tardía. Comenzó en el Atlético de Madrid, pasó por el Getafe, regresó, y en Zaragoza se hizo un hombre: 4 cursos con los maños, y vuelta al Calderón. Tenía ya 28 años. 28. Y ahí llegaron sus mejores años. Ganó titulos y lo que es más importante, el respeto de la gente. Gabi es de esos jugadores reconocibles, que forman parte del escudo de un equipo. Escapa al prototipo de futbolista moderno: se expresa muy bien, no tiene el cuerpo lleno de tatuajes, y no es un jugador de higlights: va al grano, y lo hace a las mil maravillas. Mejor dicho, lo hacía, porque acaba de retirarse tras una exitosa carrera.

Al Sadd es la última estación de un gran futbolista pero mejor líder, altamente carismático, un jugador de un espíritu emocionante. Como decía Miguel Quintana en #MisterUnderdog29, Gabi simbolizó la época gloriosa. Solo le faltó una cosa: ganar una Champions. Y en las dos finales disputadas, apareció el ogro, el Real Madrid. Siempre el Madrid. Sin embargo, no debería de ser un elemento que manche su carrera en el Atlético. Para perder las finales hay que jugarlas, pero sí es cierto que se queda esa sensación de carrera inacabada porque rozó la Champions y no fue convocado por Del Bosque, en una de las pocas injusticias del marqués dirigiendo la selección.

La manera de entender el fútbol de Gabi, que derrocha coraje y corazón, como dice el himno del Atlético, le hace ser el candidato ideal para ocupar el banquillo del club madrileño en un futuro a medio/largo plazo. Es el yerno ideal del aficionado colchonero. Ya queda un día menos para que se siente en el banquillo del Metropolitano.