Por Álvaro Benito López – Brea – Periodista deportivo y colaborador en Mister Underdog
En los tiempos que corren, la Champions League es cosa de un grupo de elegidos. Da la impresión de que el botín se lo juegan entre un puñado de equipos de las grandes ligas, y que es difícil ver cómo algún agente externo mete el hocico entre las potencias del viejo continente. Sin embargo, ha habido algunas excepciones.
A quienes crecimos en un entorno madridista, mis mayores siempre me recordaron que el Barcelona perdió una final de Copa de Europa ante el Steaua de Bucarest. Fue en el 86, en el Pizjuán de Sevilla, y en penaltis. Los culés eran super favoritos, llegaron relajados, y se llevaron un buen costalazo. Y es que en la máxima competición europea por equipos todo podía pasar.
El último ejemplo de outsider ganando la Champions fue el Oporto de Jose Mourinho, en 2004. Aquel equipo que en semis derrota al Dépor; y en la final, al Monaco, que venía de eliminar en cuartos al Real Madrid de Zidane. Desde entonces, los números no engañan: 16 ediciones disputadas, ganadores de las cuatro grandes ligas, y solo 4 equipos han repetido al menos una vez el titulo: Real Madrid, Barcelona, Bayern y Liverpool.
Un año después del citado 2004, apareció en semis el PSV Eindhoven. ¿Verdad que no te acuerdas? Queríamos destacar, al hilo de lo que se comentó en #MisterUnderdog24, a ese se equipo que llegó hasta la penúltima ronda de la mano de Guus Hiddink.
Vamos a partir de una realidad: Hiddink es un entrenador claramente infravalorado. Tuvo grandes éxitos en varias etapas con el PSV y consiguió una Intercontinental con el Real Madrid, algo que pocos recuerdan. Logró darle cuajo a un equipo que había perdido el verano anterior a Arjen Robben (aún con pelo) y a Mateja Kezman (que luego hizo sus pinitos en el Atlético de Madrid).
Para muchos, la estrella era Mark Van Bommel, un gran mediocampista que años más tarde tendría una guerra fría con Andrés Iniesta y que buscó tobillos sin cesar en la final del Mundial de Sudáfrica. Le acompañaba en el medio Phillip Cocu, que siempre me pareció un jugador muy completo. Me encantaba cómo percutía Lee en la zona de extremos, y el despliegue de la foquita Farfán en ataque.
Era un equipo con una idea clara, muy juntitos, y con un portero que fue decisivo en momentos de esa Champions: el brasileño Eurelho Gomes, recientemente retirado.
El gran problema de ese PSV fue cruzarse con ese Milan en semis. En la ida, los italianos ganaron por 2-0. Ese equipo, con Schevchenko, Crespo y Kaká, tenía dinamita arriba, pero los holandeses se merecieron no volver de vacío a Eindhoven.
En la vuelta, los holandeses desarbolaron a los de Ancelotti hasta que apareció, de repente, solo en el área, Massimo Ambrosini. Cómo echamos de menos a esos jugadores italianos que nos evocan la época en la que más que ser, parecían invencibles. Lo fueron durante los 90, y en parte, y al calor del Mundial de 2006, también en la década de los 2000.
Desde aquél destello de 2005, nada más se supo del PSV al mas alto nivel en Champions. En el que fue equipo de Romario o Ronaldo, siempre recordaremos aquella Copa de Europa del 88.