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Por Álvaro Benito López – Brea – Periodista deportivo y colaborador en Mister Underdog

El clásico no siempre se llamó así. En mi adolescencia, a ciertas cosas se les llamaba de otra manera. Un libre directo era un friki (no es coña); y un clásico era un Derby (encuentro de máxima rivalidad). Luego, la terminología del partido de los partidos fue derivando en Clásico, optando por una palabra que, por ejemplo, siempre se utilizó en Argentina para nombrar los Boca-River.

Se llame como se llame, los Barça-Madrid siempre despertaron gran expectación. Dentro y fuera del césped. Que si cochinillos, cortes de mangas, dedos silenciosos a la boca, mecherazos, colas de vaca… un léxico de lo más variopinto que, en algún momento, se ha asociado al partido más importante que se juega en España.

Resulta, sin embargo, que durante un tiempo, los Barça-Madrid fueron, aparte de encuentros de máxima tensión, partidos de máximo nivel. Lo fue porque Pep Guardiola revolucionó el fútbol hace una década, sí. Y también, casi al mismo nivel, porque enfrente tenía la antítesis, Jose Mourinho, un entrenador mayúsculo. Fueron años de puro caviar: la fluidez del Barça contra la máquina blanca; la frescura combinativa de los culés ante el contragolpe salvaje de los merengues; hambre contra hambre, en definitiva, el mejor Messi ante el mejor Cristiano.

Aquello pasó, la gran mayoría de futbolistas ya ni juegan, pero nos queda la esencia del clásico: la pasión, la emoción. Nos quedaremos con eso, que es lo fundamental, porque imaginar que veremos un ejercicio de virtuosismo es mucho pensar. Los dos equipos llegan al partido de este sábado (16.00, Camp Nou) tras haber mostrado un nivel mejorable en Liga. Complicado hacerlo peor.

Lo más preocupante de la derrota blanca ante el Cádiz no fue el resultado, sino las sensaciones. Nadie tiraba del carro. Nadie comandó un arreón final ante un recién ascendido. Nadie. ¿Dónde estaba el espíritu del Real Madrid? ¿Dónde estaba el gen ganador de los de Zidane? Curioso lo de este Madrid de entreguerras: si le quitas a Ramos (que estaba fuera por molestias), camino de los 35 años, nadie tiene el carácter suficiente como para rebelarse ante una derrota que era ciertamente sonrojarte. Benzema, pura delicia, no es un hombre que se sienta a gusto con el traje de capitán en una batalla. Asensio, puro talento, parece que aún no ha cogido esos galones. Vinicius, pura inocencia aún, oposita a ser el único del que se puede esperar algo diferente, pero, qué queréis que os diga, le falta aún cierto tiempo de cocción. Y entre tantas dudas, Zidane. El hombre que cambió la historia reciente del Madrid con 3 champions, una salida y un regreso. ¿Podrá también con esto?


Lo más preocupante de la derrota culé en Getafe no fue el resultado, sino las expectativas creadas en torno a este equipo. El 2-8 ante el Bayern y el amago de salida de Messi están recientes, pero la indudable personalidad de Koeman y la larga lista de atacantes azulgrana han hecho despertar ilusiones que creo realmente infundadas. Este Barça no se sabe en qué derivará. Si Messi se entona y el resto acompaña, será competitivo, indudablemente. ¿Pero competitivo a qué nivel? Para pelear la liga, sí. Para pelear la champions, lo dudo mucho. El centro del campo es un desgobierno con un menguante Busquets y un De Jong al que veo perdido. Arriba el talento es descomunal, pero cada futbolista es un interrogante. Messi está donde no quiere estar. A Griezmann se le ve cabizbajo. A Coutinho, ni se sabe. Y de los jóvenes como Fati, Pedri o Riqui Puig, pues eso, que son muy jóvenes y necesitan tiempo. Son como ese melocotón que por fuera huele bien, huele a campo y no a plástico de supermercado, pero hasta que no le metes el cuchillo no sabes si sabe bien, que es lo importante.

Total, que en estas llega el clásico, con champions entre medias y sin público en las gradas, lo que hace que todo sea más y más raro. Un Barça-Madrid de entreguerras y sin gente alentando. Sucede, sin embargo, que un clásico siempre es un clásico. Por qué no pensar en un Messi estelar, un Benzema superlativo, un Ansu Fati rompiéndola, un Asensio que vuelva a derribar la puerta, dos porteros colosales, Ramos y Piqué siendo capitanes generales… La clave es si la noche anterior tienes cosquillas en el estómago y se te pasan por la imaginación momentos del partido. Si eso sucede, es que es un clásico.