Algunas Notas Sobre el Pelusa
Por Álvaro Benito López – Brea – Periodista deportivo y colaborador en Mister Underdog
2020 bien podría acabar ya, la verdad. Demasiada mierda encima, demasiada gente que se ha ido. Aquí hemos venido a hablar de Maradona, y como seguramente casi todo ya se ha dicho y has visto, te voy a dejar cuatro pinceladas: cortito y al pié.
Una. Napoles. Todos tenemos en mente el último viaje que hicimos sin mascarilla, libres, antes de la pandemia. En mi caso fue a Bruselas, pero un mes antes, en febrero, estuve en Napoles. Qué ciudad. No tiene nada que ver con cualquier otra cosa que hayas visto en Europa, es mucho más parecido a Tanger que a Madrid, a Marrakech que a Milan. Cuando buceas, cuando te sumerges en su vida cotidiana, te das cuenta de quién fue El Diego. Paredes exteriores de casas casi derruidas con Maradona pintado, souvenirs del astro argentino, posters por todas partes. Huele a Pelusa, se siente al Pelusa, y eso que hace casi 30 años que se fue. Cuando no le has visto jugar en directo, como es mi caso, y ves cosas así, le mitificas. ¿Cómo es posible que siga habiendo un vínculo tan grande entre un jugador extranjero, una ciudad y un equipo? Eran los años 80 y Maradona puso a Napoles en el mapa. Si la ciudad que emerge a los pies del Vesubio ya es un desmadre en toda regla ahora, – si te descuidas una moto te lleva por delante en esas calles estrechas – imagináos lo que debía ser entonces. Una locura.
Dos. Argentina. Mi único recuerdo de Maradona en directo fue en el Mundial de Estados Unidos’94. Yo era un niño, TeleMadrid daba algunos partidos y esa tarde emitía el Argentina-Grecia. Maradona marcó, se fue como loco a una cámara celebrándolo, y al día siguiente supe que había dado positivo en el control anti doping. Fin. Queda claro que nací un poco tarde para verle y disfrutarle, pero lo que vi en vídeos fue maravilloso. Jorge Valdano cuenta que la única vez que le vió prepararse en serio para una cita fue antes de Mexico’86. Lo que hizo en ese Mundial no hay genio viviente o por nacer que podrá hacer, como se comentó en #MisterUnderdog28. España’82 le cogió muy pronto y Gentile le secó; y cómo olvidar esos insultos mientras la hinchada transalpina, en Italia’90, silbaba el himno argentino.
Tres. Barcelona y Sevilla. En el fútbol moderno Maradona no habría ido jamás al Sevilla. Era el tramo final de su carrera y Del Nido le cazó. Tuvo unos meses memorables pero luego desapareció. Duró un año y apenas se habló de su salida. Antes estuvo en el Barcelona, donde no brilló como sí hizo posteriormente en el Napoles. Mientras escribo estas líneas, pienso en la comparación con Messi y creo que no tiene cabida. Leo, argentino y del Barça, como Maradona, vivió otro tiempo, otra época. Para mí el mejor que han visto mis ojos, lástima que los genios no sean inmortales.
Cuatro. El periodismo y lo que vino después. Y esto es lo que no es bonito. Derrochó su fortuna y se consumió por dentro y por fuera. Daba pena verle. Se aprovecharon de él, no se cuidó, no fue un ejemplo fuera de las canchas. Como periodista, si no hay dinero de por medio, El Diego no se movía. Tras su retirada fue como una empresa que ha sido famosa pero los cimientos están podridos. Una pena.
Maradona es un icono y siempre lo será por lo que hizo dentro de la cancha. Aquél calentamiento antes de un partido europeo con el Napoles, ese gol en el Bernabéu con la camiseta del Barcelona, aquellos toques en la banda del Pizjuán con una bola de papel. Ganó titulos, sí, pero a nivel de clubes no alzó una Copa de Europa y sin embargo nadie dudaba que era el mejor. Otros tiempos. Eterno Pelusa.